Rss Feed
  1. Ausencias

    miércoles, 25 de julio de 2012

    Hoy intentaré describir la nostalgia. Esa sensación que te calienta la tripa como un buen licor, y te enfría los pensamientos como cuando comes demasiado helado.

    Quizás ni siquiera hayáis notado las sutilezas de la nostalgia, o simplemente, no os habéis puesto a intentar describirla como yo. Hay diferentes tipos de nostalgia, según lo que añores o el por qué lo añoras.

    Puedes añorar lugares, una tierra, un olor, un paisaje, con la suavidad y ternura de una joven amante, añorar capítulos de tu vida que vienen a tu mente tocadas en un gramófono con vinilo de recuerdos, o simplemente, añorar la inocencia y simpleza de años anteriores.

    Puedes echar de menos objetos. Muchas veces nos mostramos reacios a tirar unos zapatos o una camiseta que era nuestra preferida, y tras ponernos al principio la picajosa nueva ropa, echamos de menos aquella amiga con mangas que nos hacía sentir cómodos. O un coche, el sonido de su motor, el olor a cuero de aquella chaqueta de tu juventud, el peluche de tu infancia, o aquella pulsera que te regaló aquel amor de verano y no sabes dónde la pusiste.

    Puedes echar de menos personas, como luces que un día brillaron con fuerza ante tus ojos y ahora ves sus marcas cada vez que cierras los ojos, caricias que memorizó tu piel, sonrisas que cautivaron tus ojos, actos de amistad que te marcaron.

    Pero sea del tipo que sea, provoca la misma sensación. Ese vacío, similiar al hueco ensangrentado que deja un diente recién arrancado, al triste sonido al agitar un brick casi vacío de tu bebida preferida, al silencio de una habitación grande, al frío con el que te acoge la nevera de noche.

    ¿El antídoto?. Depende. En algunos casos, es mejor dejarlo como agridulce recuerdo, o usar la ausencia para alimentar el amor, o para aprender de los errores. En otros simplemente es un recordatorio de lo que eras, quisiste ser, o podrías ser. Y otras veces, simplemente, sufres.